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A la hora de adquirir un sofá son muchos los aspectos que pueden inclinarnos a optar por uno u otro modelo. Desde su número de plazas hasta su comodidad, existen infinidad de características que nos ayudan a escoger un lugar de reposo que se adapte a la perfección a nuestras necesidades.

Con la llegada del buen tiempo y el aumento de las temperaturas, es más que posible que el calor te haga recular a la hora de comprar un sofá de piel. Pero al margen de las dudas iniciales, ¿es cierto que los sofás de cuero aumentan o rebajan nuestra temperatura térmica al estirarnos?

Piel natural o sintética, una diferencia gradual

El mito del sofá de piel puede resumirse en una idea básica: si el tejido es de origen natural, éste no da calor ni transmite más temperatura que la que hay en el ambiente o en el interior de la vivienda. Lo que ocurre en muchos casos es que, debido a la transpirabilidad y a la porosidad de este tipo de producto, que presenta un funcionamiento igual al de la piel humana, cuando llegamos a casa acalorados por las altas temperaturas de la calle y nos tumbamos sobre el sofá automáticamente aumentamos su sensación de calor. Y lo mismo pasa cuando hace frío, por lo que una de las opciones más recomendables para evitar que se produzca este incómodo efecto térmico es esperar un poco antes de estirarnos sobre la piel para que la temperatura de nuestro propio cuerpo se estabilice.

Si por el contrario la piel de nuestro sofá es sintética, y por lo tanto no transpirable, este tipo de material sí puede llegar a transmitir calor o frío cuando nos tumbamos, apoyamos la espalda en el respaldo o simplemente nos sentamos. En este tipo de sofás lo que sucede es que el propio tejido absorbe y retiene la temperatura de nuestro cuerpo, por lo que resulta más complicado que ésta se equilibre y nos permita disfrutar de un momento de verdadero descanso.

Proteger la piel del sol, un mantenimiento de calidad

Si nuestro sofá de cuero natural está orientado y colocado en una zona de la casa en la que constantemente da el sol, la piel puede deshidratarse y afear su aspecto hasta llegar a deteriorarse. Por este motivo es fundamental que durante el verano la protejamos de una exposición directa a la luz o incluso a las lámparas de más potencia. También es aconsejable recordar que los radiadores o las bombas de calor no pueden estar a menos de medio metro de distancia del sofá.